EL JARDÍN



La lluvia ha invadido el jardín con su húmedo aliento,

que suspirando penetra hasta el fondo de la tierra.

Mis pies descalzos caminan por el pasto mojado.

La tierra despide su olor a novia enamorada

que se deja acariciar en un ritual interminable

de amantes apasionados.

Se abre, ingenua, y me deja explorar con mis manos

de jardinera de verano

su vientre de mujer presta a ser fecundada.

Arranco con sutil movimiento los yuyos y malezas

para curarla y embellecerla.

Las albahacas despertando de su ensueño 

me regalan su aroma dominante.

Les agradezco su presencia y las saludo

con un roce de mi palma perfumada.

Las rosas se inclinan con gesto de reverencia

dejando que las gotas de lluvia

se deslicen por sus pétalos y caigan.

Los jazmincitos enredados,

que se aferran a las rejas para no caer al fango,

impregnan el ambiente con su dulzor.

Después de la lluvia el sol se inmiscuye receloso

entre la tierra y yo.

Los jilgueros se despiojan las plumas

y lanzan sus trinos al dejar los nidos.

Vuelven las mariposas, los picaflores y las abejas

a su fiesta de fragancias, sabores y colores en el jardín.

Y yo, abandonando mi loco trajinar por la vida,

me zambullo en la quietud y el vértigo de este lugar.

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