PEGASO NO ME ABANDONES
Pegaso es tan blanco que su pelaje parece brillar como una estrella de esas que están muy altas en el cielo. Tiene unas largas crines, que casi llegan hasta el suelo y que con mi abuelito Jano, el más viejo de mis nonos, se las cepillamos todos los días. Me agarro fuerte de ellas, lo monto y Pegaso, después de un trote, comienza a volar extendiendo sus alas. Y sube alto, muy alto, casi hasta donde se esconden las estrellas. Le digo: “más alto, Pegaso, más alto” y él, con su relincho de carcajada, me contesta que más alto está solamente el sol y que si nos acercáramos sus alas se podrían quemar. Gira alrededor de los árboles y ocultándonos detrás de las nubes, los dos observamos a mis primas y primos jugar a las escondidas en el jardín. Si me preguntan dónde me escondo, que no pueden encontrarme, les respondo que Pegaso me lleva hasta las nubes y que me quedo allí. Entonces reímos a carcajadas y juntos corremos por todo el terreno de la casa del abuelo, jugando a volar como mi mág