EL JARDÍN
La lluvia ha invadido el jardín con su húmedo aliento, que suspirando penetra hasta el fondo de la tierra. Mis pies descalzos caminan por el pasto mojado. La tierra despide su olor a novia enamorada que se deja acariciar en un ritual interminable de amantes apasionados. Se abre, ingenua, y me deja explorar con mis manos de jardinera de verano su vientre de mujer presta a ser fecundada. Arranco con sutil movimiento los yuyos y malezas para curarla y embellecerla. Las albahacas despertando de su ensueño me regalan su aroma dominante. Les agradezco su presencia y las saludo con un roce de mi palma perfumada. Las rosas se inclinan con gesto de reverencia dejando que las gotas de lluvia se deslicen por sus pétalos y caigan. Los jazmincitos enredados, que se aferran a las rejas para no caer al fango, impregnan el ambiente con su dulzor. Después de la lluvia el sol se inmiscuye receloso entre la tierra y yo. Los jilgueros se despiojan las plumas