COMO HIERBA FRESCA
Esa noche se acostó temprano. Tenía una rara sensación. Durante la madrugada la despertó un dolor inquietante que le recorría todo el cuerpo como el agua en la ducha. Una picazón le penetraba casi hasta los huesos y no la dejaba volverse a dormir. Creyó que por los poros le crecían milimétricos zarcillos y se sintió como las semillas de los germinadores que hacían en la escuela cuando era pequeña, que se hinchaban hasta explotar en raíces y hojuelas tiernas. Pronto sus extremidades se cubrieron de brotes que siguieron avanzando hasta tapar todo su ser. Parecía una esponja con la superficie verde intrincada y el cuerpo dispuesto a absorber. Con la primera luz del día se levantó pesadamente y llamó a su madre para avisarle que no iría a atender el negocio en el que trabajaba junto a su familia. Le dijo que no se sentía bien. Se observó con inquietud y pasó sus manos en delicado movimiento por toda su vegetal cubierta. Intentó comprender. Quiso adivinar qué le hab