BALAS DE BARRO
Un hombre ensangrentado, arrastraba de los brazos el cuerpo de una mujer. Su cabellera renegrida atada en dos trenzas deshechas y apelmazadas, se iba enredando de pasto y cadillos. Su ropa tenía manchones de sangre. La tierra suelta se pegaba en sus piernas, rasgadas por las ramas secas y los pastos altos. Juan López tenía varios huecos en la espalda. La sangre se había desparramado alrededor de los balazos. En sus brazos y sus manos se le había pegado la de la mujer. La alzaba y trataba de seguir. Pero después de trastabillar unos pasos la tumbaba para arrastrarla nuevamente. Tenía sus hombros caídos, su rostro sucio de tierra y pólvora y caminaba tambaleándose. Con madre lo vimos por la ventana. El griterío había parado. Tampoco se oían ya las explosiones de las armas. La voz de l comisario había ordenado perseguir a los rebeldes y la furiosa cuadrilla los siguió hacia los montes. Había muchos cuerpos. Los indios estaban destartalados a balazos. Algunos policías que habían quedado p