TRINI
El rostro de Trini parecía modelado en una especie de porcelana antigua, con un alisado opaco que le confería un aspecto de estatuilla delicada, tan diferente al vulgar ambiente que habitaba con su madre. De su padre nunca había tenido datos; que en algún tiempo había pernoctado en estos lados con su madre, su propia existencia lo confirmaba... pero nada más. Se había criado allí, cerca del río, en ese rancho de adobe y paja brava cuya sombra se recostaba al atardecer sobre la arena dorada de la playa. Trini no sabía que su madre se prostituía para conseguir algo para comer cada día, sólo tuvo un vago presentimiento el día que aquel tipo, un hombre fornido, de andar desprolijo y cabellos revueltos, la miró fijamente y dijo: “A ésta reservámela, va a ser mejor que vos.” El día que su madre apareció despanzurrada en la orilla, con la cara semienterrada en la arena gruesa, esc