La adjetivación en literatura es
el arte de intensificar la expresión. Los adjetivos, especialmente los calificativos, son muy importantes porque ayudan a construir imágenes ya que son portadores de características. El yo poético opina a través de ellos, derrama su
subjetividad. Con su elección la interioridad del poeta se manifiesta, por eso constituyen un recurso valioso que hay que usar adecuadamente. No hay que dejarse llevar por la tentación de sobreadjetivar un texto que de por sí, en la mayoría de los casos, posee ya significado. Pensemos que de su adecuado uso depende la posibilidad de transmitir nuestra particular mirada sobre el objeto del que habla el poema.
Por todo esto, me gusta comparar
el poema con un rosal. Si podo mi rosal en el momento justo y de la forma
apropiada, me lo agradecerá fortaleciéndose y regalándome sus mejores
flores. Lo mismo ocurre con un poema. Si
lo podamos de lo innecesario, de lo redundante, florecerá en sentidos. No le
quito, le doy la posibilidad al lector de recrear mi emoción, de esforzarse por
encontrar sentidos y belleza, de ser parte de mi experiencia a través de lo que
escribí. Si yo ya lo digo todo, qué tendrá que indagar el lector.
La emoción
vive en el poema y no hay que sofocarla sino dejar que nos hable.
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