¿POR QUÉ LEER POESÍA EN EL MUNDO ACTUAL?

 
Vivimos en un mundo globalizado, regido por leyes de mercado para las que lo más importante es producir valores económicos. En la sociedad hay una marcada tendencia a calificar como bueno lo que es útil y funciona adecuadamente para el sistema productivo. Dentro de esta lógica, lo que se relaciona con capacidades humanas, valores, ideales, va perdiendo importancia y se deja de lado.

El lenguaje es utilizado de forma directa, básica y hasta grotesca en las comunicaciones cotidianas, actualmente mediadas en un importante porcentaje por las redes sociales, donde todo está permitido, desde el insulto a las opiniones sin fundamentos.

Incluso el auge de la inteligencia artificial abre nuevas perspectivas en las que se pierde el sentido de la vida, la esencia de la humanidad. Todo parece ser calculable, medible, predecible y esto deja afuera el existir.

Entonces, ¿cómo podemos hacer para reaccionar ante esta realidad que se ha instalado y está dispuesta a avasallar nuestra existencia como seres pensantes, sintientes, vibrantes, que no siempre vamos a aceptar adaptarnos a los moldes del sistema puramente productivo económico?

El filósofo argentino Miguel Benasayag, que analiza nuestra actualidad, sostiene que este mundo de puro funcionamiento regido por la lógica de la máquina, deja de lado la vida, las dimensiones reales de la existencia. Ante esto, dice que el objetivo para lo humano, lo vivo, es una pequeña ilusión que te permite ponerte en ruta; que lo especial es el recorrido, el camino y no la linealidad de llegar más pronto de un punto a otro. Para ejemplificar esta situación cita a dos poetas: Constantino Kavafis y su famoso poema Ítaca y a Antonio Machado, con su Caminante no hay camino. Cuánta verdad en ambos poemas y qué percepción clara de la esencia de la vida.

La actualidad nos exige situarnos frente a tendencias sociales y culturales que nos conducen por un camino lineal hacia la deshumanización y la masificación. Podemos aceptar mansamente o poner resistencia luchando por conservar la complejidad de la esencia humana, rompiendo con las tendencias unificadoras, a través de la creatividad, el pensamiento crítico, la expresividad.

Es entonces que la poesía cobra importancia y se impone como fuerza de choque ante un mundo que nos produce pesimismo y desidia. Ella se convierte en un derecho, como dice Julieta Pinasco, el derecho a que la poesía y el lenguaje embellezcan la vida y permitan vivirla con intensidad.

En este mundo atravesado por modos comunicacionales tan diversos, alertado por la creciente vigencia de la inteligencia artificial, amenazado por tantas formas de violencia que atentan contra la integridad humana, la lectura de la poesía se torna en una necesidad, que se debe garantizar desde la educación institucionalizada.

Dice María Cristina Ramos: “De todas las lecturas, la poesía es la que rescata y despliega lo sutil. En una época en que suele naturalizarse la violencia y celebrarse lo brutal, la frecuencia de la poesía puede –con la suavidad del agua y lo profundamente humano— configurar desde la infancia perfiles más aptos para la convivencia, más cercanos a la vida que a la muerte”.

Según Luis García Montero el arte educa nuestra sensibilidad y nos ayuda a mirar a los ojos, a descubrir una vida propia y un espíritu en cada cuerpo. Nos ofrece la imaginación moral necesaria para comprender el dolor ajeno.  El poeta y catedrático sostiene que cuidar a los otros nos pone en contacto con nosotros mismos, nos ayuda a imaginarnos, lo que nos responsabilizan del presente.

Violeta Luna en su poema Un disparate noble destaca la importancia de la poesía:
La poesía pura es riesgo y es alerta
la poesía es lanza, es pájaro y es fruta
Un mundo sin poemas sería un mundo esclavo
sería un mundo estéril, un mundo sin defensa.
Por eso, no digáis que darse de poeta es cosa fácil
y que escribir es bobo.
La poesía, amigos, es hija de la cólera
de los deseos truncos, de la fatiga muda
la poesía entonces es un trabajo duro
más duro que vivir, más duro que ser buenos
más duro que ser limpios, más duro que ser libres.

Por eso, como mediadores, debemos trabajar para volver a instalar la poesía y su lectura en las escuelas, en todos los niveles. Un lugar en el que nunca debió faltar y que, según lo que expresan colegas docentes en actividad, actualmente está olvidada o relegada a un rol secundario, especialmente en los grados o cursos más elevados.

Por todo lo expuesto, queda clara la importancia de la lectura de la poesía en la formación del lector. La poesía es un camino que le permitirá disfrutar del trayecto, ampliar su percepción de sí mismo, de la realidad y del otro, para autoconocerse y percibirse parte de un mundo humanizado que respete la vida, la libertad y trabaje para la paz.




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