MUERTOS

–Che, ¿viste lo que le pasó a la Flopi?

–Qué, no sé nada. ¿Qué tiene la Flor?

–Le cayó a la casa una mina. Un minón para colmo. Con una panza así de grande. Para mí que ya está por parir.

–¿Y?

–Y que le tiró la bomba que es del marido. No sabés la que se armó. Dice que hace más de tres años que anda con ella el hijo de puta.

–A ver ustedes dos, si se dejan de chusmear y me ayudan con las flores. Antes de las 7 tiene que estar todo listo.

–¿Te enteraste de lo que le pasó a la Flor?

–Sí, ya te escuché. Pero déjense de joder y ayuden que ya es tarde.

–¿Ya trajeron el fiambre?

–Sí, está en la sala dos. Ahí tienen que llevar las flores. Y limpiar.

–¿Quién es?

–Don Soriano, el del corralón.

–Fuaa, no sabía que había muerto ese viejo.

–Bueno, menos mal que no es alguien joven. ¿Se acuerdan lo de la pibita del mes pasado?

–Sí, dejá. Todo el pueblo vino esa vez.

–Y con lo que le pasó, no era para menos. Yo ni quise verla.

–Pobrecita, que triste fue eso. Y cómo laburamos ese día.

–Y ahora le tocó el turno a este viejo hijo de puta ja, ja, ja.

–La hija de puta sos vos, boluda, cómo vas a decir eso. Dejá, con ustedes no se puede trabajar. Me voy al depósito a buscar las cosas para el office. Y ustedes déjense de hablar pelotudeces y trabajen, que a las siete van a estar los familiares golpeando la puerta para entrar. Ya saben cómo son.

–Che Loli, no me vas a decir que este viejo de mierda no era un hijo de puta.

–Vos sí que no tenés respeto por nada. Ni los muertos se salvan, che.

–Respeto y miedo, a los vivos, querida. El muerto, muerto está. Es un bodoque de carne que mañana se lo comen los gusanos. Qué te va a hacer.

–Dejate de joder. Yo creo en la vida después de la muerte. El cuerpo se pudre, pero el alma vuela y se va al cielo.

–O al infierno. No creo que a don Soriano le abra la puerta San Pedro. Este no va a agarrar el Tren de las Nubes, este se va derechito a hacerle compañía a satanás.

–Miralo. Parece que se estuviera sonriendo el desgraciado.

–Seguro, se debe estar matando de risa. En el infierno está todo permitido, dicen. Ahí va a seguir haciendo cagadas como acá. Sabés la cantidad de diablas que se irá a tumbar el viejo. Va a estar en su salsa el hijo de puta.

–Y sí, un poco de razón tenés. Por algo le pasó lo que le pasó. Viste que ni la mujer ni los hijos lo fueron a ver cuando estaba internado.  Debe haber muerto solo el desgraciado. ¿Qué fue eso?

–¿Qué?

–Ese ruido en el office.

–Soltáme, boluda. Qué te pasa. ¿Te cagaste en las patas eh? Soltame, me vas a arrancar el brazo.

–Tengo miedo, loca. No me gusta trabajar acá de noche.

–¿Y para qué venís? ¿Por qué no agarrás otro turno?

–Por la plata, boluda. Hoy pagan doble el día completo y yo necesito guita. Y porque estás vos, amiga.

–Pero si tenés que pagar para que te cuiden a los pendejitos, perdés plata.

–Me los cuida mi vieja. O Toni cuando está. Yo prefiero que sea mi vieja. Porque si los cuida el padre, cuando vuelvo, la casa es un despelote. Ella me deja todo ordenado. Es una capa mi vieja, viste.

–Seee. Ojalá yo tuviera alguien así, que me dé una mano.

–¿Escuchaste?

–Ahora sí.  ¿Qué fue eso?  El viejo no es porque acá está, duro como piedra. No te asustés que el muerto está en el cajón y nadie puede entrar, si está todo con llave. ¡Qué miedo vas a tener!

–¡Por eso, pelotuda! ¡Es el espíritu!

–Igual conmigo no se va a animar, que a mí una vez me quiso agarrar y lo cagué a puñetes al hijo de puta. Le dejé la cara toda arañada… Con vos, no sé…

–¿Conmigo qué? ¡No digas boludeces, che!

–Era joda amiga. No te enojes.

–Ah sí, pero eso no se dice ni en broma; que es cosa seria, boluda. Como si no supieras todo lo que pasó.

–Amiga, perdoname. Vení, dame un abrazote, no te enojes. Ya sabés cómo soy, que a veces me zafo con los bolazos que digo. ¡Mierda! ¿Y eso? Ahora sí que fue un ruido groso.

–Viste que te dije.  No me sueltes, no me sueltes.

–Voy a ver qué es. Vamos…

–¡Faaa, mirá, se cayeron las bandejas! Seguro fuiste vos, por atolondrada. Las habrás dejado mal apiladas.

–¿Yo? No. Esa fue Tania, te lo juro.

–Dale, terminemos con la limpieza, que ya van a llegar los parientes.

–¿Y vos crees que va a venir alguien? No, loca. Con lo que hizo este hijo de puta no va a venir ni la mujer.

–Dios te oiga amiga. Sabés el día tranqui que vamos a pasar. Aguantar hasta que se lo lleven a la tumba y chau… ¿Viste eso?

–¿Qué?

–Una sombra en la ventana. Loca, tengo miedo.

–¿Qué sombra? Dejá de joder. Te pasás con tu miedo. Dejate de hinchar que me estás sugestionando.

–Capaz que anda alguien que quiere robar.

–¿Y qué se pueden robar acá? No seas pelotuda. El cuerpo del viejo hijo de puta no creo que se quieran llevar.

–Y qué se yo, che. ¡Mirá! Esa sombra.

–Vamos a ver. No hagas ruido, shhh.

–¡Te dije que no te burles de los muertos!  ¡Dame la mano que tengo miedo! Está oscuro.

–¡La puta que lo tiró!  Ahí tenés tu espíritu. ¡Es Tania!

–Che, que hacen. ¿Se están chapando o qué, que están tan abrazaditas?

–¡Tania, hija de puta! Nos hiciste cagar del susto.

–No me digas. No era que no le tenías miedo a los muertos.

–Dejá nomás. Sos re pelotudaza. Loli, abrí que ya son las siete.

–Afuera no hay nadie, ya estuve mirando. ¿Vamos a tomarnos un cafecito? Hoy todo va a estar tranqui me parece. Ni el jefe va a venir a controlar.

–Loli, ¿cafecito o mates?

–Que mate ni cafecito, dejate de joder. A mí servime un whisky, loca.

–Sí, boluda, ya fue. Bastante que tenemos que hacerle el aguante al viejo degenerado este. Por algo nos pagaron doble esta vez, si nadie debe haber querido estar acá.

–Con lo que hizo ni lo tendrían que haber velado. Hijo de puta. Derecho al pozo lo tendrían que haber mandado.

–De una, amigas. Ya fue. Marchen unos whiskachos para las tres.

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