LA ESPOSA DEL CIELO AZUL
Soy Carola Lorenzini.
Soy
la Paloma Gaucha.
Soy
la única hija mujer de Carlos Lorenzini y Luisa Piana.
Mis
padres vinieron desde Italia para sembrar aquí semillas del destino. Y fue
fructífera esa siembra, tengo siete hermanos. Todos varones, recios, inquietos,
amantes del trabajo y los deportes. Con ellos aprendí a no depender de nadie, a
ser fuerte, a no dejarme dominar. Soy uno más entre todos ellos y me amaño para
hacer lo que hace cualquier hombre. Compito con ellos en todo deporte y nunca
me quedo atrás. Ellos me enseñaron a domar caballos y correr carreras
cuadreras. Ahí son los que más me alientan, seguro apuestan lo suyo por mí.
Carlos
Lorenzini es mi padre. Es un excelente zapatero. Esa es su misión en la vida:
arreglar calzados para que la gente se mueva segura con los pies sobre la
tierra, para que puedan caminar sin elevarse jamás del suelo. Pero yo, yo
quiero volar. A mí no me interesan las cosas que atan a una sola realidad.
Yo
veo más allá. Veo que más allá de las nubes, más allá del cielo azul hay
algo que me llama. Los pájaros lo saben, por eso van y vienen del cielo a la
tierra, de la tierra al cielo. Y cuando mueren, nunca se sabe dónde están.
Sé
que no moriré en una cama, aletargada y triste. Sé que mi final no será así. No
serán mis mortajas unas sábanas blancas de hospital que huelan a sepultura. A
mí me amortajarán las nubes. Esas que se ríen a carcajadas de mi osadía cuando
las atravieso con certera precisión piloteando mi máquina; cuando me enredo con
ellas en un looping invertido para deleitar y atemorizar a los espectadores que
me miran desde abajo, desde muy abajo, con los pies clavados a la tierra firme.
Las nubes son mis amigas. Ellas saben lo que yo sé: que hay algo más allá, en
el cielo azul.
Soy
Carola Lorenzini, la loca que quiere volar como los pájaros. La que reniega de
los moldes femeninos en los que la quieren meter. Esa soy yo. No soy una señorita amanerada que borda su ajuar de
casamiento en ronda de amigas cuchicheando sobre tal o cual candidato es mejor
para casarse. ¡Yo nunca me casaré! No será mi destino atado al de un hombre que
me pretenda sumisa y dominable, con un montón de críos que cuidar. Yo amo volar
y una mujer común y corriente de esta época tiene prohibido hacerlo.
Sólo un gran amor se metió en mis venas para siempre.
Lo supe cuando Victoriano Pauna me ayudó a subir a su avión por primera
vez, allá por 1930. Él es un hombre cabal, que después de intentar asustarme
con unas cuantas piruetas, comprendió mi esencia y me ayudó a encontrar mi
camino en el aire.
Lo intuí mucho antes, cuando en el patio de mi casa veía a los pájaros y
trataba de volar imitando el movimiento de sus alas. “Ragazza illusa” decía mi
padre. “Bella ragazza”, decía mi madre, la italiana Luisa Piana. Fue ella quien
comprendió la intimidad de mi espíritu. Y aunque es una mujer del siglo pasado,
enseñada para servir al esposo, a la casa y criar hijos, sabe darme su apoyo
moral en cada una de mis locuras. Ella me instó a estudiar y trabajar para
conseguir mis deseos y no depender de ningún hombre. Así lo hice, hasta que me
hartó la mediocridad de mi jefe de la empresa telefónica. El señor pretendía
que dejara de volar para dedicarme más a mi labor de oficinista. “Este
empleo me sirve para comer, le dije, pero la aviación me sirve para vivir” Y me
fui de allí para no volver. “Dio provvederà ragazza”, dijo mi madre. Y
Dios proveyó.
Soy Carola Lorenzini. El
día que obtuve el carnet de piloto civil internacional me casé con el aire.
Desde entonces soy la esposa del cielo azul, mis hijas son las nubes y mi único
dios es el sol.
Soy Carola Lorenzini. Surqué el cielo de mi patria, Argentina -mi única
patria- y de países vecinos. Me accidenté y me repuse con la sola ayuda de mi
fuerza interior. Y sigo volando como los pájaros, de la tierra al cielo, del
cielo a la tierra.
Soy Carola Lorenzini. Un día comprendí que el cielo azul no tiene
principio ni final, que su infinitud es la clave. Entendí que mi libertad
estaba allí y que únicamente volando hacia el más allá podría conseguirla para
siempre. Pero han querido herirme, cortarme las alas, impidiéndome volar. Nunca
lo lograrán. Mi único reglamento es el que me dicta mi consciencia. Mi única
ley es mi amor por la aviación.
Soy Carola Lorenzini, ningún hombre herido en su orgullo por mi
presencia en el cielo logrará poner en una jaula mi amor. Si sobreviví a un
accidente con un ojo tuerto y la nariz abollada en el medio de la selva
misionera, unos cuantos ineptos no me impedirán volar. Hoy agasajaré a las
aviadoras uruguayas, mal que les pese a algunos señores por ahí. Le voy a demostrar
al mundo que esta argentina es la única dueña de los cielos, hasta el infinito,
hasta el más allá…
Soy Carola Lorenzini. Soy una mujer libre, la única dueña de mi ser por
toda la eternidad.
Carola Lorenzini, la Paloma Gaucha. La esposa del cielo azul, la madre
de las nubes, la adoradora del sol.
María Laura Ruggia
Carolina Elena Lorenzini fue una destacada aviadora argentina, que nació el 15 de agosto de 1899. Su vida fue un ejemplo de mujer independiente y aventurera. Fue la primera mujer instructora de vuelo en América del sur.
PARA SABER MÁS SOBRE ELLA
- https://www.infobae.com/sociedad/2019/08/15/piruetas-en-el-aire-pasion-por-volar-y-final-tragico-la-sorprendente-vida-de-carola-lorenzini-la-gran-pionera-de-la-aviacion-argentina/
- https://historiademoron.webcindario.com/lorenzini.html
- https://es.wikipedia.org/wiki/Carola_Lorenzini
Comentarios
Publicar un comentario