RITUAL
Era otra más de nuestras noches.
Te vi venir
con esa tranquilidad de siempre. Yo te estaba esperando.
Quizás se
trataba de eso, de un ritual pactado entre los dos para seguir estando juntos,
para prolongar hasta la eternidad nuestra relación.
Me acariciaste
el pelo, un mechón se enredó entre tus dedos. Siempre te gustó despeinarme, aunque sabías que a mí me molestaba.
Acepté esa caricia con resignación, sin una protesta, sin quejarme.
Es que
tenía tantas ganas de tenerte. Es que tenía tantas ganas de vos.
Te reíste a
carcajadas. Me reí yo también. Tanto nos gustaba desternillarnos de risa hasta
quedar sin aliento, hasta que nos doliera la panza de tanto reír. Hasta la más
tonta acción nos llevaba a esa catarata de alegría que nos dejaba extenuados.
Te extraño
tanto, te dije. Te extraño siempre, todos los días. ¿Cuándo vas a volver? te pregunté. Mañana, me
contestaste, mañana volveré.
Nos
abrazamos y la pasión nos desbordó. Nos enredamos en los juegos del amor más
desesperado. Vos, como si no fueras a volver jamás. Yo, como si fuera a
olvidarte para siempre, si es que eso hubiese sido posible.
Y nos
dormimos en nuestra cama matrimonial, entrelazados nuestros cuerpos,
adormecidos nuestros miedos y nuestros instintos. Nos dormimos amándonos.
Mañana, dijiste…
Mañana volveré a esperarte. Volveré a desear que me abraces, añoraré tu risa,
extrañaré el latido de tu corazón que se detuvo para siempre. Recordaré tus
ojos claros, tan llenos de asombro. Te fuiste sin entenderlo, sin saber cómo ni
por qué.
Por eso,
regresas noche tras noche, en un ritual sin final. Por eso, nos dormimos
abrazados y al llegar la mañana, me despierto enredada en las sábanas claras,
sola, tan sola sin vos.
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