1968

 



Aquel año mayo duró doce meses. -Me dijo Joaquín. 

En ese momento no entendí el peso de sus palabras. Solo después, cuando siguió contándome sobre el mayo francés vi que durante todo el año había ocurrido lo mismo en otros partes del mundo.

En medio de Praga crecían amapolas como un reto rojo al gris hormigón. La poesía salió a la calle, sí, a la calle… -siguió Joaquín atando los hilos de sus recuerdos- Los jóvenes de mi edad pedían a los gobiernos un cambio de dirección, un socialismo más humanizado, pero la primavera duró poco.

¿Es cierto que Checoslovaquia fue invadida por las tropas soviéticas ese año? –le pregunté-  Sí, sí –dijo- entraron por las calles de Praga, jugando a matar.  Hubo muchos muertos.  ¡Mucho más de cien! Si antes pensábamos que todo era posible, en 1968 lo supimos.

Todo comenzó en París, allí la primavera es maravillosa y los jóvenes la sentían correr no solo por las venas, por las neuronas también. La situación fue bullendo y sucumbimos a la dulce hoguera de la insurrección. La poesía salió a la calle. Supimos que todo era posible en 1968. Pero no pudimos reinventar la historia. Mascaba la muerte chicle en el Vietnam. Pisaban los tanques las flores de Praga, en México lindo tiraban a dar, mientras Che cavaba su tumba en Bolivia.

¿Cómo –pregunté intrigada- el Che en Bolivia? ¿No era que estaba en Cuba con Fidel?

¡Niña, tú sí que nada sabes eh! –dijo mi amigo, guiñándome un ojo. -  Y mira que tienes para conocer, eres argentina, mujer, qué más. Buenos Aires ha sido un foco para las artes y la literatura. A mí siempre me gustó mucho el tango. En el tango escribieron los mejores poetas argentinos, hasta Borges, que empezó odiándolo.

¿Tango? mmm no. Eso no es para mí –le dije-  Pero tenés razón, si yo vivo en mi burbuja y poco me interesa lo que ocurre a mi alrededor, salvo cuando charlo con vos.

¿Acaso no conoces la historia de tu patria, mi alocada Anita? –siguió él ya con un tono enojoso y con ánimo de sermonearme una vez más-  Tanto y tanto que me preguntas sobre el mayo francés… ¿no sabes tú que al año siguiente en tu propia patria ocurrió un levantamiento obrero llamado el Cordobazo? Lee muchacha, ¿o pretendes que te lo cuente todo yo? 

De eso algo me contó la abuela Lucía –le dije para calmarlo.

Mira que entonces los de mi generación reconocíamos en nuestros rostros la chispa de la insurrección, pensábamos que no íbamos a ser nunca adultos porque los adultos eran unos hijos de puta, deseábamos cambiar el mundo para que no siguiera siendo como venía. ¡Y ahora! Parece que los hijos de puta son los jóvenes que no sacan su cabeza del móvil. ¿Tú no piensas en cambiar el mundo? No me decepciones niña, no sobrevivas nada más. Deja ya la Coca Cola y mira más a tu alrededor, que la primavera va a durar muy poco y leo en el fondo de tus ojos que ya se secaron las flores de 1968.

Apagó el cigarrillo en el cenicero, se calzó el sombrero y me miró resignado. Mándame una postal de San Telmo, adiós cuídate. –Me dijo y se fue.



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