MUJER PERFECTA
II-
Sevilla
Cruzamos el puente de Triana
En las paredes de musgo
una mano seguramente
temblorosa y joven
ha escrito:
“Julia: ¿y si eres perfecta?”
Beatriz Actis
“Julia:
¿y si eres perfecta?” –cantaba en voz
alta Andrés, poniéndole a sus ensoñaciones ritmo de rap.
-¿Perfecta?
¡Perfecta! ¡Por favor! –gritó su madre- ¿qué podés saber vos lo que es una
mujer perfecta? ¡Si sos un nene!
(Bobo. Sos un pobre bobo Andrés. Enamorado. Estás enamorado, fíjate vos. Un nene casi y pensando en Julia. ¡Julia! La tontita de la otra cuadra. ¡Mujer perfecta! ¡Pero por favor!)
-Julia, tu querida Julia, tiene el pelo atornillado de rulos rojizos. Hasta desteñido parece con esos tonos más claros y más subidos. Es una maraña que se le escapa por todos lados. Los ojos abizcados, son de un marrón de río revuelto. Cada vez que los miro parecen estar llenos de raros pensamientos. ¡Y las piernas que tiene! Dos varillas de sauce prontas a quebrar. Para lo único que son buenas son para bailar. ¡Bailar! Eso sí le gusta a la tontona. Se ondea, se ondea igual que las olas del mar. ¿Te fijaste en sus manos? Unos hilos esos dedos. Anillos y más anillos solo pueden llevar. ¿Y tetas? De eso ni hablar. Es más chata que la tabla de planchar. Su voz suena igual que las chicharras del nogal. Y tiene menos gracias que mono en un hospital.
-¡Así
es Julia! ¡Perfecta para mí! –dijo, feliz, el muchachito después de recibir la verborrágica metralla de la madre.
María Laura Ruggia
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