EL LIBRO



                Estaba parada en la esquina de la Plazoleta de los Pájaros, esperando el colectivo. Lo vi acercarse. Era flaco  y alto como un álamo y su vestimenta oscura me produjo una sensación de alerta que me exigió acomodar el cuerpo para huir. Miré hacia los lados y nadie había cerca a quien acudir.
                Él caminaba  haciendo crujir a su paso,  las hojas secas que se amontonaban en la vereda, hasta que llegó hasta mí.  Entonces, me sonrió.  Tenía la mirada de niño a punto de hacer una picardía y su gesto de simpatía me generó confianza.
-¿Qué haces acá, sola, a estas horas? –Me preguntó- Será mejor que esperes en el bar hasta que pase el colectivo.
Entramos.  Ya todos los parroquianos se habían ido, sólo quedaba el dueño del lugar haciendo sus últimas tareas.
-Mirá lo que tengo. –Me dijo- Es un libro mágico.
-¿Un libro mágico? –indagué.
-Sí.  –Sostuvo- La historia que contiene cambia según quien lo posee.  En sus hojas está el pasado, el presente y el futuro de su dueño ocasional.
                Mi cara de asombro lo decía todo: para mí, el hombre estaba loco.
-No estoy loco –me dijo, adivinando mis pensamientos- El libro funciona una vez al año y nada más que por un día.  En ese tiempo podrás leer y conocer hasta el más oculto secreto del pasado de tu familia,  detalles inimaginables del presente de todos sus integrantes y hasta  enterarte de lo que les ocurrirá en el futuro.  Es mucho, lo sé.  Tendrás que elegir con gran cuidado qué quieres averiguar, pues sólo podrás usarlo durante 24 horas a partir de la cero.
-El próximo año tal vez me atreva. –Le disparé con un poco de sorna.
-Muchacha ilusa –contestó- ya no estaré.  Se puso el sombrero y se alejó despacio, levantando su mano con el libro, en señal de inquietante saludo.
                El dueño del bar que había estado escuchando la conversación, lo siguió hasta la puerta. Después de un breve intercambio, en sus manos, el libro mágico hacía vibrar sus ansias de saber. Ya sólo debía esperar.
Entonces,  el reloj de pared marcó la hora cero.
Pobre hombre. No pudo evitar decirle que sí. 






Comentarios

Entradas populares de este blog

SIGNOS ORTOGRÁFICOS: LA RAYA

ETERNIDAD

AMANTE