LA FLOR


La flor cayó del libro que había escogido de la biblioteca según indicaciones de Serafín. Estaba seca y prensada. Era bella, porque era rara. Sus pétalos conservaban un color oscuro, entre gris humo y violeta apasionado.Quizás era una orquídea. La recogí con cuidado, para no dañarla y traté de guardarla nuevamente entre las hojas del libro que tenía más años que el mismísimo don Serafín. Al intentarlo, también  encontré una hoja apergaminada, doblada con técnica de origami, formando un corazón. Señales de un ritual para conservar recuerdos de algún amor contundente, pensé.
El ocaso borroneaba los arbustos y toda la naturaleza se hundía en un silencio espeso. Por los ventanales que daban al jardín, la magia de un rayo de luna formaba un camino hacia el firmamento. ¿Era una pista? Soy una científica, así que descreo de las manifestaciones sobrenaturales, pero mi mente está abierta a utilizar la ilusión para develar enigmas. 
¿Por qué  don Serafín me sugirió ese libro? ¿Por qué insistió tanto para que lo buscara? Nada tenía que ver con los motivos de mi investigación, sin embargo, me obligó a recorrer varios cientos de kilómetros para que fuera a su cabaña de la playa a retirarlo antes del atardecer.
La noche de verano era tentadora, como los misterios de la antigüedad. Salí al jardín. El libro de los secretos vibraba en mis manos.  Dentro del corazón de origami crecía levemente una semilla rosada. Serafín vino a mi encuentro, caminando con dificultad.  Quise preguntarle sobre la flor, pero decidí callar. A veces, el mejor método para iniciar la búsqueda de respuestas a las incógnitas, es el silencio respetuoso y la observación.
Don Serafín  tomó el libro de mis manos y comenzó a relatarme historias de ángeles y grandes amores de su familia. Sé que nunca puedo ocultar mi cara de desconfianza cuando me cuentan cosas así, soy investigadora del Conicet, no pueden pretender que crea eso. Así que  me sorprendí  ante la actitud de mi amigo.
-No espero que me creas –me dijo, al percibir mi sorpresa- Tu pensamiento científico jamás lo permitiría. Sólo voy a pedirte un favor.  No tengo hijos y todos mis parientes han muerto ya. Sin embargo, sabes que te quiero como si fueras de mi propia sangre. Por eso, voy a depositar en ti el destino de la flor. Harás lo que te pido, nada más. El tiempo dirá si es posible creer o no.
Caminamos siguiendo la luz de la luna, hasta el fondo del jardín. 
-Acá enterré las cenizas de Hada, mi gran amor. –Dijo, aunque yo ya lo sabía- Quiero que cuando yo muera,  aquí sepultes, junto con  la semilla que hallaste en el libro, mis restos también.
-¿Eso es todo? –pregunté.
-Eso es todo. Aunque te parezca increíble, sé que la magia existe.  Regresarás un día, te lo aseguro, cuando la flor te llame.  Será cuando aparezca ese ser que formará parte de tu historia para siempre. Encontrarás el amor. Entonces, cortarás la flor como ofrenda y se la entregarás.  La semilla que coseches será el germen de un nuevo destino. Ya sabrás, en su momento,  a quién dársela.
Esa noche, don Serafín se fue por el camino que su ingenio le marcó.  Cumplí con sus deseos y luego volví a la ciudad pensando en las increíbles historias que mi amigo acostumbraba a relatarme. Con el tiempo, solo fueron recuerdos de un ser mágico que hizo mi vida siempre estricta, más feliz con sus dislates.

Esta mañana la casera de  la cabaña de la playa me llamó. 
-Amanda, -me dijo- una extraña planta, de hojas muy raras, ha comenzado a crecer en el fondo del jardín. ¿La plantaste tú?










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