HUMOR Y LITERATURA. DICCIONARIO DE LA IRREAL ACADEMIA
OBRA: DICCIONARIO DE LA IRREAL ACADEMIA
AUTOR: RUBÉN MONCADA
El filósofo
estadounidense William James dijo en algún momento que el sentido del humor es
simplemente el sentido común bailando. Hace más de un siglo que sostuvo que
somos felices porque nos reímos y no al revés.
En la actualidad, nuevos estudios revelaron que la risa libera
endorfinas. Esto generan una sensación de bienestar y placer lo que mejora la
salud mental y la confianza y nos impulsa a estar más activos.
Muchas culturas antiguas valoraron intuitivamente los beneficios
fisiológicos y anímicos de la risa tanto espontánea como voluntaria. Incluso el
yoga de la risa o hasya yoga es una práctica que incorpora la risa intencional
para lograr beneficios físicos y psicológicos.
Y por supuesto, la literatura no podía dejar fuera de sus producciones
la risa. Esto ocurre porque al ser la literatura creación humana que depende de
las circunstancias de quien escribe y de su entorno, es natural que el sentido
del humor haya encontrado en
ella un terreno apropiado para germinar y crecer.
La literatura humorística es el género literario en el que el
autor crea de forma consciente efectos cómicos en el texto y expresa su
posición ante la obra y ante el mundo, para lograr un impacto en el lector: la
risa.
Encontramos textos humorísticos ya en la antigüedad, desde las comedias
griegas y las sátiras romanas hasta todo tipo de producciones a lo largo de la
historia de la literatura.
Dentro de la literatura humorística, en función de las técnicas literarias y el tipo de humor de cada obra,
distinguimos cuatro grupos principales:
la ironía, la parodia, la sátira y el sarcasmo.
Todos ellos tienen en común que apelan a la inteligencia y perspicacia
del lector para leer entre líneas y captar la intención última que se esconde
en las obras y que puede provocar la risa, además de entablar relaciones entre
el sentido literal y el figurado que incluso contienen críticas profundas.
En nuestro país tenemos importantísimos autores que han usado este
género para explorar lo cotidiano, divertir y hacer críticas. Entre ellos, por ejemplo, Fontanarrosa, Julio
Cortázar, Quino, César Bruto. Hasta el emblemático Jorge Luis Borges, aunque no
lo crean, juega con un humor tan exquisito como irónico, por ejemplo, en el
cuento Pierre Menard, autor del Quijote, en el que el personaje es un autor que
decide escribir la famosa obra de nuevo. Todo constituye finalmente una especie de chiste.
O en el cuento El fin, en el que, sin más vueltas, termina cerrando
definitivamente la historia de Martín Fierro cuando un moreno lo mata en duelo,
tal y como él había asesinado a su hermano. Si lo pensamos bien, resulta cómico
el hecho y la forma en que el gran Borges termina con el poema gauchesco para
sacarlo al fin de circulación.
Cortázar, con una imaginación fuera de lo común y un sentido de la
literatura como gran fuente de placer y diversión, ha usado para lograr el
humor, el juego de palabras que va desde cambiarles el sentido hasta crear el
glíglico, un lenguaje lleno de giros ridículos y palabras inventadas que usó en
un capítulo de Rayuela y en el cuento La inmiscusión terrupta.
Acá, en nuestra ciudad, también tenemos un autor a quien le gusta jugar
con el humor. Nuestro querido amigo, Rubén Moncada, el profe de Lengua y Literatura,
con quien compartí años de estudio en el Instituto, además de que ya nos
conocíamos desde hacía mucho tiempo.
Creo que su familia también gozaba de un amplio sentido del humor y de
la solidaridad, de donde Rubén bebió ese elixir que hoy conforma su
personalidad. Lo sé porque estudié con
su hermana Cristina, querida amiga, por quien íbamos a la casa familiar de los
Moncada a pasar largas tardes de charlas, risas y mates. Y había que tener
paciencia, buen humor y afecto de sobra para aguantar a un par de muchachas
parlanchinas y con la carcajada fácil día tras día. Incluso intuyo que sus padres soñaron un
futuro poético para él, por el nombre que le eligieron, Rubén Darío.
Actualmente, es su esposa, Nelly, su compañera no solo de vida sino
también de letras y sentires quien lo impulsa, con su propia pasión por la palabra
y la poesía, a escribir y publicar.
Rubén es un escritor innato. Más precisamente, un poeta por naturaleza.
Y como siempre le digo, uno de los mejores de nuestra tierra. Sus poemas le salen sin ningún aviso, los
escupe y listo. Y están perfectos. Pocos escritores tienen esa capacidad de
expresarse volcando cual torrente su interioridad hacia el afuera a través de
la palabra como algo tan simple y natural.
Sin embargo, hay otra capacidad que sobresale en él: la de hacer reír, la de generar situaciones
humorísticas a través de la palabra.
Como lo dice Inodoro Pereyra en uno de los chistes de Fontanarrosa
cuando otro personaje lo interpela diciéndole: “¡Parece mentira! Con la
situación que se vive. ¡Y usted haciendo bromas!” A lo que el inefable gaucho responde: “¿Sabe
lo que pasa? ¿Sintió hablar de la famosa división internacional del trabajo?
Güeno…A nosotros nos tocó hacer reír”.
Y sí, parece que, en la división del trabajo, a Rubén le tocó hacer
reír y se toma su responsabilidad con total seriedad para hacernos reír, tanto
es así que a veces, no sabemos si nos está hablando en serio o nos está tomando
para la chacota. Hasta que largamos la
carcajada y él es tan feliz como nosotros.
Por eso, únicamente a él, un personaje tan especial y tan lleno de condiciones para jugar con
el lenguaje, generar efectos graciosos y escribir, únicamente a él se le pudo
ocurrir hacer una gran parodia del lenguaje, inventando EL DICCIONARIO DE LA
IRREAL ACADEMIA, publicado por Ladran Sancho Ediciones.
Una parodia es una producción creativa que intenta imitar una obra,
autor, o género para criticar o burlarse, exagerando o resaltando algunas
características del original. Rubén se
apropia del famoso Diccionario de la Real Academia, tan valorado y del mérito
más absoluto en nuestra lengua para jugar con él y llevarnos a una lectura
divertida que, a diferencia del original, nos exige poner a trabajar nuestro
ingenio para interpretar las desopilantes definiciones que se le han ocurrido.
Las parodias son maneras astutas de criticar o burlarse de algo que
hace gala de su superioridad y perfección.
Y Rubén astutamente se burla de una institución tan solemne como
sublime, encargada de ser la guardiana indiscutida de nuestra lengua,
inventando una “Irreal Academia” y un inesperado diccionario que trastoca el
significado de las palabras convirtiendo cada entrada en una especie de acertijo
que nos exige ingenio para entenderlo.
En este diccionario, obviamente autorizado por la Irreal Academia, hay
más de dos mil palabras de uso frecuente, pero con la particularidad de que su
significado es inventado por Rubén a partir de los componentes de la propia
palabra. Por ejemplo: AMORTIZA:
maestra, docente.
Por supuesto, todas exigen de la astucia del lector para relacionar la
palabra original con el nuevo significado.
Nuestra lengua es un instrumento tan rico y tan lleno de posibilidades,
que gracias a la perspicaz y creativa capacidad de Rubén se convierte en textos
donde nuestro autor construye universos, desborda sentimientos, analiza el
mundo, genera la risa y nos invita a usarla creativamente, disfrutar de ella y
asumir así, ante la vida una actitud positiva como la de él.
Para finalizar, qué mejor que recordar una estrofa de un poema de Tomás
Moro, cuyo sentido del humor tan extremo lo llevó a bromear incluso ante la inminencia
de su propia muerte en el cadalso.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás.
Riamos y disfrutemos cada día, que eso también es nuestra
responsabilidad. Y como dice la canción infantil que recuerda Rubén en el
prólogo de su libro, juguemos en el bosque mientras el lobo no está.
María Laura Ruggia
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